―Caballeros, estamos reunidos para decidir el curso del siguiente tramo de nuestro viaje. Fieramente hemos navegado mucho y navegado lejos, mas nuestro periplo dista de haber concluido ¿Hacia dónde, marinos?
―¿Qué tal si probamos navegar poco y navegar lejos? Me gusta navegar lejos, pero a veces desearía que fuese menos fatigoso.
―Yo diría de navegar mucho y navegar cerca. Al fin y al cabo, nos pagan por navegar. Pero, si nos quedamos cerca, podemos volver cuando queramos.
―¿Qué tal navegar poco y navegar cerca? ¿No? Bueno, bueno, yo sólo decía.
―Caballeros, por favor, somos marinos. Navegar mucho y navegar lejos es lo que hacemos. No era ese el quid de mi consulta, los interpeló aquí, no por la forma de nuestro navegar, si por su destino.
―¿Qué les parece irnos a casa? ¿Tampoco nadie para eso? Está bien, me callo entonces.
―Naveguemos hacia la fortuna.
―Naveguemos hacia lo desconocido.
―Naveguemos hacia la gloria.
―Mi mujer se llama Gloria. Ninguno de ustedes la conoce. Si volvemos a casa, tendrán la fortuna de que se las presente.
―No veo la fortuna en volver por eso, yo ya conozco a tu mujer. Además, me dijo que se llamaba María.
―María Gloria Conchita Alonzo de Rivera Espinoza. Le decimos Macu.
―¿»Macu» por qué? ¿No debería ser «Maglo»?
―O «Magloco».
―Caballero, por favor, recordemos para qué estamos aquí reunidos. Decidiremos cómo decirle a Macu más adelante.
―Yo le voy a decir «Gloqui» o «Gloquita».
―Marinos, les vuelvo a pedir que enfoquemos nuestros esfuerzos en la dirección a seguir para nuestro navío.
―Capitán, mis disculpas por interrumpir su reunión, pero se ha fisurado el casco y está entrando agua en cantidad a la bodega.
―Hombres, ¿no hemos acaso aprendido ya, vía más de un mil penurias, a no permitir que lo urgente nos distraiga de lo importante?
―El barco se hunde, señor.
―Se hundirá sin rumbo fijo si no completamos correctamente el importante menester que aquí y ahora nos convoca.
―Estoy casi seguro de que se va a hundir hacia abajo, mi capitán.
―Bueno, llevamos años navegando a Este, Oeste, Sur y Norte, tal vez es hora de probar ideas nuevas. Tal vez hacia abajo no sea una mala idea.
―De seguro sería salir de nuestra zona de confort.
―Iré a organizar a los hombres para que sellemos la fisura mientras los señores concluyen sus nobles asuntos.
***
―Es una isla verdaderamente hermosa.
―De su hermosura sólo necios o invidentes podrían dudar. Más debo decir, marinos, que creo que esta isla es más que sólo belleza. Creo que es destino, ventura y sino. De todas las islas del Caribe cerca de las cuales podría haberse hundido nuestro barco, fue cerca de ésta, y no otra, que así lo hizo. Eso debe significar algo.
―Algo especial.
―Algo grandioso.
―Yo diría que significa que cuando, después de haber arreglado la fisura del casco, le dijimos que la reparación no aguantaría mucho, y debíamos volver al puerto cuanto antes, mi capitán no nos prestó atención.
―Mi atención no le fue prestada, mi experimentado contramaestre, le fue otorgada sin requisitos de devolución. Mas, sabrá usted entender, luego de horas de deliberación, los marinos y yo habíamos decidido navegar al norte, cuando el puerto, indudablemente, se encontraba al oeste.
―Suena razonable. Voy a ir a asegurarme de que no se haya ahogado ningún hombre.
―Todo ese nadar me dio algo de hambre ¿Podrá asegurarse también de que no se haya ahogado ninguna de las provisiones?
―Las provisiones quedaron todas en el navío.
―¿Dejamos las provisiones en el barco?
―Estábamos algo más preocupados por salvar nuestras vidas.
―Entiendo.
―Creo que es algo que tenemos que rever antes de nuestro próximo naufragio.
―Si no me equivoco, la última vez que naufragamos trajimos los sándwiches de pollo.
―¿Qué nos pasa? Solíamos ser tan buenos naufragadores.
―Caballeros, éste nos es el momento para la nostalgia o los reproches. Además, se dice «naufragantes». Ya habrá tiempo para entrenar y volver a ser los grandes zozobradores que alguna vez fuimos, os lo prometo. Ahora tenemos asuntos importantes, y de marcada premura, en los cuales ufanarnos.
―¿Elegir un nombre para la isla?
―Sin mayor dilación, sí, elegir un nombre para la isla.
―¿No le parece, capitán, que deberíamos ir a explorar el terreno? No tenemos agua para beber ni alimento alguno que comer.
―¿Qué sentido tendría explorar una isla sin saber qué isla es la que se está explorando? Sería como leer un libro sin conocer su título.
―O disfrutar un mes entero de verano sin saber si es Enero o Agosto.
―Una vez me comí un plato entero de Hígado al Licor de Cereza antes de que el mozo me dijera que eran Ravioles. No es un error que piense yo volver a cometer ¿Qué les parece «La Isla Misteriosa»?
―Creo que ya hay una isla que se llama así. Además, si le ponemos ese nombre vamos a tener que desistir de explorarla, y la verdad que tengo bastante hambre.
―Bien, ¿qué les parece entonces «La Isla De La Cena»?
―Son las doce del mediodía.
―¿»La Isla de los Ravioles»?
―No creo que haya cerezas aquí.
―¿»La Isla Cerca De Donde Se Nos Hundió El Barco»?
―Me gustaría algo más específico. Se nos han hundido barcos por todo el Caribe.
―¿Qué le pareces entonces «Esta Isla Cerca De Donde Se Nos Hundió Ese Barco»?
―Me parece un poco largo ese nombre.
―»Isla Esta Isla» entonces.
―¿Y si mejor le ponemos «Isla Macu»?
―Estoy de acuerdo, es un gran nombre para una isla. Y estoy seguro que a mi esposa le encantará.
―Creo que estamos todos de acuerdo entonces, a tu esposa va a encantarle ¿Qué les parece «La Isla de los Cocodrilos»? Siempre quise ver un cocodrilo de cerca.
―Caballero, el coraje es parte esencial de todo acto de exploración. Explorar es hoy lo que debemos, y coraje lo nuestra empresa nos exige. De este día en adelante la isla se llamará «Isla Cocodrilo Macu Cerca De Donde Se Nos Hundió Ese Barco Pero Donde Misteriosamente No Se Puede Cenar Ravioles Ni Cerezas»?
―Es usted un héroe, mi capitán.
―¡Contramaestre! Estamos listos para ir en busca de provisiones.
―Ya conseguimos agua potable y cazamos varios animales, señor.
―Ya veo ¿Hay vegetales para la ensalada?
―Hay.
―Entiendo. Entonces, ¡Contramaestre! Estamos listos para ir en busca de los aderezos.
―Aquí los esperamos, Señor.
―Puede usted contar con nosotros, marino.
―No estaríamos en esta isla si no fuese así, Señor.
―¡Claro que no!
***
―¿Está usted seguro de lo que nos está diciendo, contramaestre?
―Completamente seguro, mi capitán. Los hemos visto varias veces ya.
―¿Tenemos preparadas las armas?
―Están en el barco, señor.
―¿En el barco?
―En el fondo de mar.
―Entiendo ¿Quién hubiera dicho que nuestra hermosa Isla Cocodrilo Macu Cerca De Donde Se Nos Hundió Ese Barco Pero Donde Misteriosamente No Se Puede Cenar Ravioles Ni Cerezas pudiera estar infestada de semejante alimaña? Narcotraficantes demoníacos. Dios nos guarde.
―No vi que fueran demoníacos, capitán.
―¿No-muertos entonces?
―No, no, eso tampoco. Bueno, en realidad eso sí. O sea, quiero decir, están vivos, no muertos.
―¡Vivos! Eso está mucho mejor. Por fin algo de suerte de nuestro lado.
―Aun así están fuertemente armados, mi capitán.
―El tráfico de sustancias perturbantes es un negocio muy peligroso, contramaestre, suena entendible que así lo hagan. Malhechores, mas no imprudentes, bien por ellos. Reúna por favor a mis oficiales, tenemos mucho que deliberar.
―Caballeros, una amenaza se cierne sobre nosotros cuál gato sobre dueño de gato que duerme en el sillón. Necesitamos actuar pronto y actuar rápido.
―Capitán, ¿esas dos cosas no serían lo mismo?
―Excelente pregunta, pero no hay tiempo ahora para eso. Tenemos cosas más importantes y, esta vez, también más urgentes que discutir. Estamos atrapados en esta isla con un peligroso grupo de malvivientes.
―Nada que temer, entonces. Si me dijese unos novivientes temería. Pero yo no le temo a malviviente, bienviviente o nifunifaviviente alguno.
―Exacto. Gran observación. Yo diría que vayamos a almorzar.
―Caballeros, sin dejar de reconocer que malvivientes son, al fin y al cabo, vivientes, estos son malvivientes armados, drogados y enojados. Están enojados, ¿verdad contramaestre?
―Ehh ¿Sí?
―Precisamente.
―Ahora sí tengo miedo.
―Yo también. Ojalá Macu estuviera aquí. Ella nos protegería.
―¿Lo crees tu?
―Lo sé yo. Macu es un ángel.
―¿Un ángel? Me habías dicho que era un pan de Dios.
―Los panes de Dios son ángeles.
―Patrañas los panes no tienen alas.
―¡¿Osas decir acaso que Macu, la excelentísima mujer de nuestro compañero, o no es un ángel, o no es un pan de Dios?!
―Oso.
―Caballero, por favor, todos sabemos aquí que Macu es un ángel, hablaremos de su panificado celestial luego, ahora tenemos asuntos de mayor premura a los cuales dedicarnos. Debemos decidir un curso de acción frente a estos vivos, mas no por eso menos peligroso, narcotraficantes. Dadme opciones.
―Luchar.
―Huir.
―Esconderse.
―Huir y esconderse.
―Luchar entre nosotros por ver quien huye y se esconde mejor.
―No preocuparnos.
―Aceptar que no podemos controlarlo todo, vivir el aquí y ahora e ir a almorzar.
―Entiendo. Sabias opciones. Si así están las cosas entonces: negociaremos.
***
―Estimado señor jefe de los narcotraficantes.
―Prefiero que me diga Pedro.
―Estimado señor jefe de los narcotraficantes Pedro. Estoy aquí para negociar con usted su rendición incondicional y un subsecuente cambio de vida de vuestra merced y todos sus hombres.
―Pero si nosotros tenemos las armas.
―Y nosotros la razón. Me complace ver que nos entendemos.
―La razón es subjetiva y, en consecuencia, intangible.
―En eso, estimado, debo disentir. La razón es tan tangible como hipotenusible ¿Qué son, si no, las leyes? Razones escritas, eso son.
―Para poder ser escritas las leyes deben ser primero acordadas, ¿no lo cree así usted?
―Lo sé y, por ende, lo creo.
―Pues nosotros tenemos las armas, y quien tiene las armas escribe las leyes. De seguro estaremos de acuerdo en eso.
―Es usted un hábil negociador. Le concedo eso a su gracia ¿Qué le parece entonces rendirse incondicionalmente pero no cambiar subsecuentemente su vida?
―Me parece que no me parece.
―¿Una rendición condicional, tal vez?
―Tal vez no.
―Mis largos años de negociaciones me dicen que la rendición es el principal escollo en nuestra negociación. Les propongo entonces no rendirse. No rendirse ante la tentación de matarnos a todos nosotros.
―Matarlos a todos estaba entre nuestros planes. Pero no puedo olvidar que prometí a mi padre antes de que muriese no rendirme jamás. Ante nadie. Ni ante nada.
―Su padre estaría orgulloso de usted.
―Lo dudo. Fui yo quien lo mato.
―Debe haber tenido usted muy buenas razones para hacerlo.
―Yo así lo creí, él era de otra opinión. Sea como sea, las razones son intangibles, a diferencia de los cuchillos.
―Tendrá usted que permitirme decirle que percibo de su parte en esta negociación sólo negativas, desde el principio. Si así son las cosas, que así sean, no soy más que un hombre. Negativas de principio a fin, pues: No se rendirá.
―No.
―No cambiará su vida de fechorías ni la de sus hombres.
―No.
―No abandonará su ilegal empresa.
―¡No!
―No nos matará a mí y a ms hombres.
―¡No! Momento, espere.
―Acordado pues. Me retiro entonces para no tomar más de su valioso tiempo.
―Es usted un negociador fenomenal, capitán.
―Lo soy.
***
―Me permito decir que tiene sus ventajas.
―Innegable. Ventajas tiene. Mas no puedo esconder que trabajar para un grupo de feroces narcotraficantes no es una elección de vida de la que me sienta yo orgulloso.
―Era eso o que nos maten a todos.
―Lo dicho. Ventajas tiene.
―Podrán ustedes decir lo que consideren más prudente, pero no he tenido en vida un empleador que sea tan puntual y tan generoso a principio de mes con mi paga como mis empleadores actuales. Ese tipo de valores no son fáciles de encontrar en los tiempos que corren ¿Criminales? Sí ¿Asesinos Sanguinarios? Claramente ¿Malvivientes? Discutible.
―Compañero, camarada, ¡hermano! Hazte tú una pregunta más antes de decidir ¿Qué diría Macu, la Gloquita, si te escuchara decir lo que aquí has dicho?
―¡Por el cielo y las estrellas, tienes razón! Tu esposa de seguro lo reprobaría. Su honra no conoce límites ¡Debemos escapar!
―Marinos, acercaos que yo, su capitán, traigo noticias de gran importancia.
―¿Podremos finalmente aderezar nuestras ensaladas?
―Más importante aún que eso ¡Vamos a escapar de esta isla!
―Es usted un héroe, capitán.
―¿Ha encontrado la manera de que nos escabullamos en la noche sin ser detectados?
―No.
―¿Escaparemos luchando hasta la muerte?
―Tampoco.
―¿Ha caído una maldición divina sobre nuestros captores y están todos muertos?
―No de momento. El señor jefe de los narcotraficantes Pedro está tan satisfecho con nuestro trabajo que ha decidido contratarnos para comandar uno de sus navíos plenamente cargado hasta el continente y comerciar allí sus productos.
―Eso no me suena a un escape, mi capitán.
―Querido contramaestre, usted deje en mis manos las sonoridades del caso y aliste a los hombres. Zarpamos al amanecer.
―¿No van a querer que volvamos a devolverles el barco?
―El señor jefe de los narcotraficantes Pedro no mencionó nada al respecto. Así que entiendo que no.
***
―El barco se hunde, mi capitán.
―¿Hacia abajo?
―Hacia abajo, mi capitán.
―¿Quién hubiera dicho que tan corto y sencillo trayecto terminaría con otra zozobra?
―Yo, mi capitán. Cuando le dije que este viejo navío estaba en demasiadas malas condiciones como para llevar un cargamento tan pesado. Sea como sea, no estamos tan lejos de la costa, si bajamos los botes podemos llegar remando.
―Sospecho que, si el barco y su carga concluyen la travesía en el fondo del mar, nuestros sanguinarios empleadores se negaran a pagarnos el viaje. Aun si lo completamos nosotros llegando al puerto.
―No creo que sea buena idea llegar al puerto en botes cargados de drogas, mi capitán.
―Un verdadero dilema. Contramaestre, convoque a mis oficiales para una reunión de emergencia.
―¿Le parece si los convoco a uno de los botes, para que tengan su reunión allí mientras nosotros remamos hacia la costa?
―Me parece.
***
―Contramaestre, hemos decidido abandonar la carga y así evitar complicaciones cuando lleguemos al puerto con los botes.
―Perfecto, mi capitán. Al puerto ya llegamos y el barco ya se hundió. Así que misión cumplida.
―Fantástico ¡Excelente trabajo marino!
―El comisario de la policía portuaria ha solicitado que vaya a verle, capitán.
―Sin demoras. Haga llamar a mis oficiales.
―Acérquense, caballeros. Siéntense por favor.
―Disculpe comisario, pero no quisiera ensuciarme los pantalones.
―Primero acérquense, y luego siéntense.
―Se nos ha informado que deseaba usted hablar con nosotros.
―Entiendo que han escapado ustedes y sus hombres de un naufragio en nuestras costas. Mas no esperábamos nosotros llegada de navío alguno el día de hoy ¿De dónde partió su barco antes del hundimiento?
―De la superficie del agua.
―No es eso a lo que me refería.
―Pero sí, de hecho, todos los barcos que se hunden parten de la superficie del agua.
―Quiero decir desde qué puerto.
―No nos hundimos desde ningún puerto, nos hundimos desde el agua.
―Yo diría, más bien, hacia el agua.
―Marinos, por favor, el comisario quiere saber el puerto del que salimos en el viaje que concluyó con nuestro más reciente naufragio. No zarpamos de puerto alguno, comisario, zarpamos de la Isla Cocodrilo Macu Cerca De Donde Se Nos Hundió Ese Barco Pero Donde Misteriosamente No Se Puede Cenar Ravioles Ni Cerezas.
―No hay ninguna Isla Cocodrilo Macu aquí cerca.
―Me refiero a la Isla Cocodrilo Macu Cerca De Donde Se Nos Hundió Ese Barco Pero Donde Misteriosamente No Se Puede Cenar Ravioles Ni Cerezas, no a la Isla Cocodrilo Macu Cerca De Donde Se Nos Hundió Este Barco Pero Donde Misteriosamente No Se Puede Cenar Ravioles Ni Cerezas.
―Entiendo. Caballeros, iré directo al grano, hemos estado teniendo muchos problemas en la zona con el tráfico de narcóticos. Siendo así, navíos que llegan de manera inesperada, provenientes de islas desconocidas y sin puerto, me llenan de suspicacias.
―Pero si el barco no traía ninguna de nuestras picacias.
―Puede que no, pero narcóticos puede que sí ¿Pueden acaso demostrar que la carga de su nave no iba a perturbar la conciencia y la moral de nuestra población?
―Dada la situación actual de nuestra nave, la única carga que trajo a su población somos nosotros, ¿le perturba a usted acaso nuestra presencia?
―Acepto que no. Pueden retirarse.
―Convendría primero pararnos.
―Acepto que sí.
***
―Queridos marinos míos, los he reunido aquí para felicitarlos por el inmejorable trabajo que hemos realizado. Nuestra misión ha sido todo un éxito.
―Pero si hundimos otro barco.
―Un barco cargado de malas intenciones, y aún peores sustancias. Un barco del vicio, del crimen y la depravación.
―¿Significa eso que usted hizo naufragar el navío apropósito?
―Mi estimadísimo contramaestre, Los propósitos, como las razones, son intangibles. Lo que importa en la vida son los resultados.
―Es usted el más grande naufragador que haya visto yo, mi capitán.
―Lo soy.
Autor Javier Banchii