Fantasmas del pasado

Camino sin rumbo y sin suerte. El viento sopla y se filtra por los pliegues de mi ropa. La mañana es fría, y de luminosidad blanquecina que proyecta a mi alrededor imágenes espectrales de un pasado cruel. Recuerdos de cosas que desearía no haber hecho.
Más viento y más fantasmas del tiempo. Giran a mi alrededor, susurran dolor en mis oídos. Vienen, mas no se van. Avanzan a mi lado. Entonces me decido, me detengo y giro, miró directo a una de esas visiones y le digo.
―¿Podés, por favor, dejarte de romper las pelotas?
―¡No te estoy rompiendo las pelotas! ―se enoja. Continúa leyendo Fantasmas del pasado

Incidentes 

Camino pensando en lo que pasó hoy. El dolor, el miedo, las heridas. El ataque fue sorpresivo, que me tocara ser la víctima, más decisión del azar que de mis victimarios. Todavía me duelen la pierna y el cuello, el resto, lo sé, volverá a doler por la noche, cuando intente dormir.
―A ver, mostrame la herida.
―¿Para qué querés que te muestre?
―Vos sabés para qué. Continúa leyendo Incidentes 

El presidente

El hombre se dio media vuelta y yo reinicié el proceso de sentarme. Y apenas lo había completado, cuando él estaba ya de vuelta con una taza y una tetera de café. Ambas cosas me resultaron curiosas, pero sonreí y asentí. Y sonreía aún, cuando noté perforaciones en la base de la taza. Continúa leyendo El presidente

Meteorología


―No parece haber estado tan mal. No veo grandes destrozos por la tormenta. Tal vez, esta vez no estén tan enojados ―le dijo a Carlos, unos cuatro segundos antes de que un enorme tomate, rojo tomate, blanco hongo y negro podredumbre, le diese de lleno en la cara.
Al otro lado de la calle, un motociclista, más mojado que foca holgazana, los miraba fijo, con restos de tomate en la mano, y el empapadísimo semblante lleno de resentimiento.
Ana se limpió la cara, le dedicó una sonrisa chueca a Carlos y le dijo:
―Mejor nos apuramos.
―Mejor.
Continúa leyendo Meteorología

Ocho a diecisiete

―Verá, señor Peréz. Lo que nosotros estamos necesitando es una persona triste. El señor Peréz tomó un sorbo de su café para ganar algo de tiempo. ―¿Una persona triste? ―preguntó finalmente, tras no encontrar la manera de ocultar su desconcierto. ―Tristísima. Ofrecemos un sueldo veinte por ciento por encima del valor de mercado. ―E importantes … Continúa leyendo Ocho a diecisiete

Andar

Delante mío la pradera y el bosque seguían allí, su esplendor intacto, sino acrecentado. Quise sentarme, tan sólo un momento para poder observar tan hermoso paisaje y permitirle restablecer mis energías. Pero mis patas traseras me hicieron saber que todavía sentían la aspereza estéril del desierto detrás. Si me sentaba ahora, lo haría allí donde … Continúa leyendo Andar