Al principio casi no ve y el sonido en sus oídos confunde. Mas puede sentir el movimiento; se mueve pero no sabe a dónde. Cada vez viaja más rápido, lo siente en la piel y es lo único que siente. Más y más rápido. Necesita ver, necesita saber dónde está y a dónde va. Tendría que detenerse y darle tiempo a sus ojos a ver pero no quiere. Debería parar pero no quiere.
Ahora empieza a ver; no puede ver qué tan rápido se mueve pero sí ve que tan rápido se mueve todo lo demás. Quiere girar, quiere cambiar de dirección, no sabe a dónde va pero no quiere ir ahí. Quiere ir a otro lado.
Ve y oye. Sabe dónde está y a dónde va. Mira hacia atrás pero ya no importa. Sigue mirando, ve lo que dejó detrás. Pasa al león y pasa al monstruo, pasa al gigante y a la tortuga, la fosa y el puente.
Sigue acelerando; rápido, cada vez más rápido. Quiere virar, no importa si no puede, usa todo su cuerpo y lo logra. Le duelen los brazos y le duelen las piernas; la espalda ya no tiene arreglo. No importa, está doblando, lo está logrando. Está cansado, más cansado que nunca pero no se detiene. No elige continuar, no elige moverse, pero ya no va a donde iba; ya no sabe a dónde va.
Ve al león de nuevo. No lo entiende ¿Cómo puede ser? Le sonríe, lo saluda y se echa a dormir. Él sigue no se detiene, no puede.
Vira de nuevo, y de nuevo y, de nuevo. Ya no sabe a dónde está; ya no sabe nada. Mantiene los ojos abiertos pero lo único que ve es la velocidad, cómo avanza, cómo todo se mueve. Entiende lo que ve pero no le dice nada. Lo único que sabe es que no quiere detenerse.
Cree que está lejos, cree que está cerca. Pero la tortuga lo mira y se ríe a carcajadas. La saluda y lo saluda.
Velocidad, velocidad, lo único que importa es la velocidad. La siente en la piel y en el estómago. Dentro de sí todos lo saben. Las piernas trabajan, los brazos se esfuerzan. Todos sus músculos gritan de dolor, gritan de cansancio, gritan de furia y gritan de desilusión. Le gritan que siga, le gritan que no pare ¿Hacia dónde? No les importa; hacia adelante, a otro lado o a ninguno. Como si se pudiese elegir.
Vuelve a girar, una vez, diez veces, cien veces. Está más cerca, está más lejos.
Ve el puente, ve la fosa, ve a la tortuga, al gigante y al monstruo, ve al león y la ve a ella. Los saluda. Todos le responden, todos le sonríen; y se dan la vuelta y siguen.
Quedan detrás; no importa; ya volverá.
Autor Javier Banchii