Más tarde en el departamento de Peter los dos codirectores opinaban sobre la reunión dándose “saques” de harina triple cero (la doble cero ya nos les generaba el mismo efecto).
―¡Qué genia! ¡Qué genia! ―desbordaba emoción Peter― ¿Viste cómo es? No le importa nada. Odia todo lo mismo que odiamos nosotros. Aparte estaba re dura la muy borracha.
―Sí, sí, me voló la cabeza. Lo que sí, quedé re cansado, me parece que me voy a dormir.
―¿Dormir? Con los saques que nos acabamos de dar yo no duermo por una semana.
―Ah, no, no, sí, claro, yo tampoco ¡Estoy re a full! No paro más. Esa pared es demasiado blanca ―dijo Jaun y se sentó en uno de los sillones.
Un martillo salió de la caja de herramientas que Peter tenía en el comedor y se desplazó por el aire hasta la mano de Jaun. Jaun miró el martillo, se puso de pie y comenzó a martillar la pared entera.
Se despertaron al día siguiente y desayunaron unos bizcochitos. Después Jaun fue al baño a preparase para su primer día de filmación, cuarenta minutos después salió y dejó que Peter hiciera lo propio durante ciento quince minutos de tocador. Al salir sus barbas resplandecían. Llegaron al lugar que les había indicado Mónica unas dos horas tarde. Ella había decidido no esperarlos y ya había filmado algunas tomas. Los saludó y les presentó al elenco y al equipo. Los actores eran cuatro amigos suyos de la facultad y una de sus compañeras de El diariero de Satán (entre otras) se encargaría de las locaciones, los decorados y el maquillaje. De camarógrafo y sonidista estaba el primo de Mónica.
―¿Tiene experiencia? ―consultó Jaun.
―No. Pero tiene un celular que graba en HD.
―Buenísimo ¿Con qué empezamos? ¿Qué te parece que hagamos primero?
―¿Por qué no se ceban uno mates?
Así lo hicieron y, luego de tomarse él el primero, Peter le alcanzó un mate a la protagonista de su película.
―No salé nada. Está todo tapado este mate ―se quejó la mujer.
―Sí, sí, tapado. Tapado de magia ―le respondió él sonriendo con los ojos entrecerrados.
La producción continúo sin demoras. El cine de Mónica Estévez era así, cualquier indicación de que no se podría continuar con algo era señal de pasar a otra cosa, ella no permitía pausas, retrasos ni segundas tomas; no había manera de pagar el tiempo adicional. Había reciclado y amalgamado cuatro libretos viejos en una nueva idea original y, entre su casa y la de su compañera de Nacer, crecer, morir y viceversa (entre otras), había podido rejuntar suficiente vestuario y utilería como para intentar la filmación. Tal vez estaba un poco corta de sangre pero había traído un balde y un trapo de piso para poder reusar la que tenía. Se sentía confiada que podría terminar la filmación en los tres días de aquel fin de semana largo. Siempre y cuando no hubiera demoras de ningún tipo.
Todo estaba listo, los actores estaban en sus lugares, el camarógrafo tenía el celular grabando y la luz era lo que era; Mónica gritó “Acción” y Jaun y Peter se dieron cuenta de que lo habían logrado. Estaban de pie en su propio set de filmación, grabando su propia película, rompiendo sus propios esquemas. Se miraron entre sí y se permitieron sonreír.
Durante la filmación de la segunda escena Jaun se acercó a Mónica y le dijo por lo bajo:
―Mánica, ¿el camarógrafo está mandando mensajes de texto mientras filma?
―Sí ―se sonrojó ella.
―Así la filmación va a salir movida ¿no?
―Sí, sí, perdón. Ya le dije que no lo haga pero ahora ya está. No podemos parar.
―Sos una visionaria ―concluyó Jaun.
Se estaba filmando una de las escenas más crudas de la película, el sumun dramático que Mónica consideraba validaría todos los pecados técnicos que no podía evitar, y le daría sentido a todo su esfuerzo.
―Al final nada cambia pero todo se cae ―dijo el actor principal.
―¡¡Tu sociedad materialista se va a cae, papu!! ―gritó Peter e irrumpió bailando en la escena.
El equipo de filmación miró desconcertado a Mónica que se tomó medio segundo para evaluar la situación y rápidamente les hizo señas con las manos de que sigan.
―Las cosas no cambian ni al final ni al principio, cambian cuando nosotros las cambiamos ―dijo la actriz principal mientras empujaba a Peter que la intentaba sacar a bailar―. Yo me caí pero acá me vez, sigo de pie ―continuó.
―No, no, ¡Gritando! ¡Gritando! Decíselo gritando ―la dirigió Peter― ¡Corten!
―¡Se imprime! ―Gritó Jaun.
Para la siguiente escena Mónica aprovechó que sus directores se habían ido al tocador a “empolvarse las narices” y la filmó entera. Pero, mientras filmaba el cambio de locación posterior, Peter decidió que sería importante, para darle mayor peso a la escena y complementar el simbolismo del escenario elegido, que él cruzase corriendo una y otra vez frente a cámara y por detrás de los actores gritando “odio”, “muerte”, “Wall Street” y “La concha de tu madre”. En su tercer carrera pisó el trapo de piso embebido en sangre y se resbaló. Todos vieron como sus pies se adelantaban a todo su cuerpo que quedó suspendido de manera horizontal en el aire mientras su nuca se alineaba con un adoquín del suelo. Al momento en que esperaban el sonido seco de un cráneo crujiendo contra la roca, el cuerpo entero de Peter se aceleró en la dirección de sus pies y dio un giro por el aire cómo si fuese una hoja de papel atrapada por el viento. Tras una vuelta completa Peter cayó con los pies sobre el suelo y continuó su maniática carrera. El equipo de filmación miró desconcertado a Mónica que se tomó medio segundo para evaluar la situación y rápidamente les hizo señas con las manos de que sigan.
El primer día de filmación concluyó como empezó: sin demoras. Mónica se sentía confiada de que había conseguido suficiente material como darse por satisfecha. Iba a hacer falta bastante edición y una buena cantidad de resignación pero se sentía satisfecha. Tanto que propuso salir juntos a comer. Luego lo repensó y decidió pedir pizza. Todos estaban contentos, pero Jaun y Peter estaban exultantes. En cierto momento, mientras esperaban la pizza, el primo de Mónica le indicó a Peter que se le estaba desarmando una de las trenzas de la barba y los dos directores decidieron ir a acicalarse un poco antes de la cena. Cuando salieron del baño la cena había terminado y los siete miembros del equipo (los tres técnicos y los cuatro actores) pasaron a saludarlos hasta el siguiente día.
―Les dejamos pizza ―les dijo Mónica y les dio un beso en la mejilla a cada uno.
Peter y Jaun vieron la improvisada mesa con sus ocho improvisadas sillas y decidieron romper todo (no sin antes comerse la pizza).
―Estoy aburrido ―le dijo luego Jaun a su codirector Peter―. Vamos a darnos unos saques.
―Dale ¿Habrá algún supermercado abierto a esta hora?
Autor Javier Banchii
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