―Hago mate.
―Y, no sé. No me lo imagino a Tarantino tomando mate.
―Yo sí. Lo que pasa es que le debe poner mucha ―hizo una pausa y se inclinó hacia adelante en su silla― azúcar ―guiño un ojo, levantó las cejas y se toco dos veces la nariz con el índice derecho.
―Andá a buscar que en la cocina hay un montón.
Minutos después la ronda de mate había comenzando y Jaun chupaba con todas sus fuerzas para lograr que el liquido atravesara el engrudo que se había formado en la bombilla.
―Bueno, preproducción ―dijo con toda la cara colorada―. Preproducción ¿Qué, qué sería lo primero que tenemos que hacer?
―Lo primero que tenemos que hacer es romper los esquemas ―respondió Peter.
―Las reglas son para los giles.
―Las reglas son para los giles.
―Yo diría entonces que nos concentremos en hacerle saber a la sociedad lo que pensamos y que no nos van a callar. Que rechazamos sus falsas ideologías y sus dioses de metal, sus dobles y triples morales, la mentira de su perversión disfrazada de caridad.
―Yo diría que nos vomitemos en su careta y meemos las cenizas.
―Hay que romper todo.
―Hay que romper todo.
Jaun sacó su tarjeta de crédito para “peinar” unas líneas de harina y darse un “saque”. Acabada de enrollas un billete de mil pesos para aspirarlas cuando Peter lo detuvo.
―¿Qué haces? ―le dijo enojado― ¿Sos pelotudo vos? ―le sacó la tarjeta de la mano y se la sacudió en la cara diciendo― Esto es mierda. Esto para los forros de Puerto Madero.
Sacó entonces su tarjeta SUBE de transporte público y se la entregó a Jaun diciendo “Con ésta, papu, con ésta”. También le sacó el billete y lo tiró al piso, tomó el billete de menor denominación que tenía en la billetera lo enrolló y se dio él un “saque” con las líneas que había armado su amigo.
―¡Así, papú! ¡Así! ― gritó, apretando la mandíbula mientras lo invadía la euforia.
Se levantó luego, agarró la televisión de su amigo y la estrelló contra el suelo. Rompió un par de muebles antes de salir al balcón y gritar desaforado “¡Los odio a todos, oligarcas hijos de puta!”. Cuando volvió al comedor le dio un beso en los labios (y de lengua) a su amigo y se sentó en el sillón.
―Hiciste mierda todo ―le dijo Jaun.
―Todo ya era una mierda.
―¿No tenés una sensación rara? Como si en el departamento ya no estuviésemos solos vos y yo. Como si hubieses algo más. O alguien.
Dos semanas y múltiples reuniones de preproducción después el proyecto se había estancado. En la última reunión se había decidió cambiar peinados; Jaun se había hecho tres líneas a rape del costado derecho y Peter se había teñido el pelo de azul y se había hecho dos trenzas en la barba. También habían decidido que Jaun debería usar la campera verde militar de su novia encima de su remera de “Sol sin Drogas” (a la que Peter le había tachado con marcador el “sin”), pero no habían logrado avanzar mucho más que eso.
―Me parece que estamos trabajando en la dirección correcta pero de manera desordenada ―opinó Jaun―. Creo que tendríamos que enfocar más nuestros recursos y optimizar el tiempo. Tendríamos que empezar por identificar cuáles son los esquemas que queremos romper para después poder medir la profundidad y el efecto de cada uno de esos esquemas en la sociedad que tanto odiamos. Con eso podrimos desarrollas metodologías de análisis para ver dónde y cómo es más efectivo transgredirlos para así poder controlar y encausar esa transgresión hacía el máximo impacto sobre la falsa moral que tanto aborrecemos.
Peter acaba de derribar una de sus estanterías y estaba rompiendo hoja por hojas los libros. Se detuvo para mirar a su codirector y dijo:
―Sí, tal cual. Por supuesto. Pero tal vez podríamos consultar a alguien que ya haya trasgredido algunos preconceptos para empezar con el pie derecho.
―¿Qué te parece Mónica Estévez? Todavía se me pone la piel de gallina cuando me acuerdo de su última película Buenos Aires Rojo Sangre Lado B, Orgia de zombis socialistas vs vampiros libremercadistas; pánico, desenfreno y no-muerte.
―¡Sí, sí! ¡Mónica Estévez! ¡Qué genia! ¡Qué jugadora! ―se entusiasmó Peter mientras orinaba la pila de madera y hojas que alguna vez fueran sus libros más preciados.
Unos días después habían logrado contactar a la directora de Vos, yo y el cadáver de Santa Clos y ella había aceptado de buena gana encontrarse a las tres de la tarde en un bar para discutir el proyecto cinematográfico. Cuatro y cuarto Peter y Jaun entraron al bar, Mónica los saludó y ellos se presentaron.
―Jaun, tenés algo ―le dijo ella haciendo gesto de limpiarse con los dedos debajo de la nariz.
Jaun se rio y le respondió “Uy, sí” al tiempo que le guiñaba un ojo. Así comenzó la reunión creativa.
―Sí, sí, chicos, los re entendí ―dijo en cierto momento la cineasta―, quieren romper los esquemas, ser transgresores y cortar con la “manada” ―usó sus dedos para demarcar las comillas de aquella palabra―. Está perfecto, me parece genial, pero no pensaron nada más allá de eso, no sé ¿qué se yo?, algunas ideas para la trama. Una, por lo menos.
―Nosotros queremos ser como vos, Monik ―respondió Peter entrecerrando los ojos―, nos cagamos en lo que la sociedad espera de nosotros. Palabras como “encuadre”, “dirección de fotografía”, “guión” son todas para los nenes de la escuela de cine. Queremos filmar lo que queremos, cuando queremos, cómo queremos. Yo sé que vos entendés, ¿entendés?
―Tal cual ―concordó Jaun pasándose el dedo por los dientes―, es como en Orgia de zombies y vampiros, vos filmás y punto, no te preocupás por el qué-dirán de los nenes de Palermo. Esas tomas que hacés desenfocadas me vuelan la cabeza. A veces ni se ven las caras de los actores. Es increíble.
―Sí, bueno ―respondió Mónica sonrojándose―, tampoco es tan así, es que a veces no hay tiempo ni plata para filmar de nuevo y, bueno, te las tenés que arreglar con lo que filmaste.
―¡Tal cual! ¡Tal cual! Te re entiendo ―se emocionó Peter siempre con los ojos entrecerrados― Eso es exacto lo que queremos, que no importe nada, ¿Dónde está escrito cual es el foco “correcto”? ¡Que la sociedad la chupe!
Entonces miró a su compañero e hicieron chocar sus palmas en alto al grito de “¡Que la chupe!”.
―Bueno sí ―comenzó a responder ella sin poder entender qué era lo qué ocurría―, yo los quiero ayudar chicos, pero bueno, algo tienen que tener, un guión, una idea, una cámara, algo.
―Te tenemos a vos, ¿no? ―le dijo Jaun acariciándose la barba― Vos sabés de esas cosas y las podés manejar mientras que nosotros nos encargamos de dirigir y de las cosas importantes como subvertir el orden establecido y atacar el neofascismo de las interacciones sociales modernas.
―¿Manejar qué? ¿La película entera? Todo bien, chicos, pero ustedes están locos.
―Podemos pagarte.
―¿Cuando empezamos?
Autor Javier Banchii
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