No mucho tiempo atrás, una vida o dos nomás, conocí una gitana. La conocí al pasar, por casualidad, en una arboleda. No lo sabía yo, pero esa no era “una” arboleda, era “su” arboleda.
No lo supe jamás, pues ella nunca me lo dijo, mas la arboleda era suya porque no era de nadie; ni propia ni ajena. Los ajenos la miraban de reojo y los propios lo hacían expectantes. Los árboles la miraban, y listo. “Si querés pasar, pasa”, “Si querés quedarte, quedate”.
No me lo dijo, no lo supe, pues era yo ajeno que buscaba ser propio. No como la arboleda, que, además, no sabía, entendía.
Autor: Javier Banchii
Ilustrador: Reybum
Fragmento del taller “La palabra en el cuerpo“
Editorial Segundo Cajón