―¿Cuánto dices que sale el kilo de papas?
―Lo que debería salir, por supuesto. Tal vez un poco más de lo que nos gustaría a ti y a mí. Pero, de seguro, menos de lo que traes en tus bolsillos.
―¡Ja! Timado embustero, esta vez te gano de mano. No traigo bolsillos pues no traigo pantalones. Así, menos que lo que traigo en mis bolsillos es menos que nada. Gratis me llevo las papas. Y agradece que no te las cobre.
―Muy bien. Has ganado. Llévate las papas ¿Mas dónde es que piensas llevarlas? Un kilo son muchas papas, y tú no traes pantalones ni bolsillos, y sólo tienes dos manos. Te vendo mis pantalones, y de regalo los bolsillos. Dos kilos de papas y no míos sino tuyos serán.
―¡Ja y más ja! Nuevamente intentas timarme, pero reconozco tus embustes incluso antes de que los lucubres. No quiero tus pantalones ni necesito tus bolsillos. Te compro las manos; medio kilo de papas por la izquierda, medio kilo por la otra.
―¡Qué oferta de maravillas! ¡Qué gran negociador! Mis manos valen mucho más que unas papas, pero de vender papas yo vivo. Así pues, sin manos suficientes donde llevarlas, tú no comprarás papas y yo papas no venderé. Obligado me encuentro a darte mis manos por un kilo de papas ¿Tienes entonces el kilo de papas?
―Reconocer debo, que papas no tengo. Deberé irme, pues, con las manos vacías. Las mías y no las tuyas.
―¡Qué pena! Tengo manos muy grandes y uñas muy largas.
―¡Qué pena de penas, entonces! Yo las tengo pequeñas; las manos y las uñas. Si tan sólo tuviese ese mísero kilo de papas.
―Sabe, pues, que yo tengo papas, kilos y kilos. Si así lo deseas, uno te vendo.
―¿Qué podría tener yo que valga como tus papas, que tan presentemente necesito?
―Nada en lo absoluto. Pero soy alma caritativa y te las vendo barato. Menos de lo que deberían salir, pero justo los que nos gustará a ti y a mí. El kilo, tan sólo un ojo de la cara.
―Trato hecho ¡Venga esa mano!
Autor Javier Banchii